La ciencia ha demostrado que el ejercicio físico tanto durante como después del tratamiento del cáncer de mama mejora, reduce o evita muchos efectos secundarios.
Habiendo superado la barrera de “comenzar a hacer ejercicio” porque “me ayuda a estar mejor”, una pregunta lógica sería ¿qué tipo de ejercicio es más beneficioso?
Existen dos grandes grupos de ejercicio, el de fuerza (para mejorar la salud muscular) y el de resistencia (para mejorar la salud cardiovascular). En ambos casos la ciencia ha aportado gran número de evidencias a favor de la aplicación de ambos en un programa de entrenamiento para personas con cáncer de mama. Cada uno de ellos tiene objetivos diferenciados y, por tanto, no es cuestión de elegir, se deben llevar a cabo los dos, priorizando en las sesiones uno u otro en función de los efectos secundarios que se pretendan mejorar, minimizar o evitar.
Pongamos como ejemplo el efecto secundario fatiga, que puede presentarse durante el tratamiento y puede prolongarse tiempo después. El ejercicio físico de fuerza puede reducir aspectos concretos y muy significativos de esta fatiga, como por ejemplo el proceso de inflamación crónica que suele aparecer con ella. Además, al mejorar la fuerza también lo hace la capacidad para movilizar el cuerpo (que por sí mismo supone una resistencia a vencer) y por tanto, lo que antes suponía cansarse mucho (por ejemplo subir escaleras) cada vez costará menos.
El entrenamiento de resistencia es igualmente fundamental para mujeres con cáncer de mama. La capacidad para suministrar oxígeno, que el corazón tenga que esforzarse menos para una misma actividad y que la sangre llegue con menor dificultad a todos los lugares del organismo es importantísimo.
Ambos tipos de ejercicio se pueden llevar a cabo por separado o juntos en la misma sesión, lo que los profesionales del ejercicio conocemos como “ejercicio concurrente”. Así, en relación a la fatiga, la ciencia ha demostrado que esta modalidad tiene mejores efectos beneficiosos que si ambos tipos se realizan por separado. Esto quiere decir que si una mujer con cáncer de mama y fatiga entrena 2 días a la semana, es más eficaz realizar fuerza y resistencia los dos días.
Un programa de entrenamiento supervisado por profesionales cualificados es la mejor opción para mejorar los efectos secundarios derivados de la enfermedad y el tratamiento. Aprender a aplicar el mejor ejercicio posible en cada caso es mucho más sencillo de lo que parece y es una inversión en salud incalculable.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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Instituto Profesional Ejercicio Físico y Cáncer – IPEFC
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